Los Yamas
(Principios universales)
Ahimsâ
Ahimsâ significa no violencia, no daño, no injuria, inofensividad. De a que es una partícula privativa (no) y de himsâ (daño), de la raíz han (golpear, herir, matar, destruir, hacer violencia).
No-violencia, benevolencia, amabilidad, consideración, compasión hacia todos los seres vivos, por uno mismo y por los demás, en especial los indefensos, los inocentes, los que están en apuros o en una situación peor que la nuestra; no matar, hacer el menor daño posible y el mayor bien posible. Paciencia y perdón.
No inflingir dolor en otros, por medio de la acción, las palabras o el pensamiento.
Ser consciente de cómo nos tratamos a nosotros mismos, a los otros y al entorno. Se refiere a no ejercer violencia sobre los demás, sobre lo que nos rodea, y sobre nosotros mismos. Entendiendo como violencia no sólo a la violencia física, sino también a la violencia verbal, psicológica, emocional. Hay que relacionarse con todo y en todos los sentidos con extremo cuidado. La consideración hacia todos los seres vivos incluye también a los animales, a las plantas, al medio en el que y del que vivimos. Nos dañamos a nosotros mismos cuando tratamos sin respeto a las demás personas y al medio ambiente.
Hay que aclarar que la violencia, que se busca tener bajo control, puede ser de cualquier de intensidad y a nivel de pensamiento, palabra y/o acción. En una situación de violencia podemos ser partícipes directos o simplemente avalarla o justificarla.
Una manera de ejercer este principio es el respeto. En principio al propio cuerpo, el respeto a las limitaciones, no generar dolor evitable, para nosotros y para el prójimo; y el compromiso con la tarea de comprensión de los desbalances del cuerpo y su reequilibrio a través de la acción correcta.
Ahimsa requiere introspección para reemplazar los pensamientos y acciones negativas y destructivas por otras positivas y constructivas, la no violencia es un estado mental; es esencialmente una actitud interior, no sólo algo externo. La no-violencia es por lo tanto, en su máxima expresión, lo contrario del egoísmo, es el altruismo, el amor absoluto y en definitiva es recta acción.
La intolerancia, la descortesía, el agravio verbal, un pensamiento de odio son formas de violencia. También el abuso es violencia, por civilizado que sea. Y la falta de respeto, y la exclusión, el rechazo o el menosprecio de los débiles o diferentes, el imponer nuestros deseos, nuestras ideas y nuestra manera de ser y el mirar para otro lado ante la violencia ejercida a otros. Todas estas formas de violencia implican una gran energía que debemos canalizar en sentido contrario y poner al servicio de un camino espiritual.
La bondad es equivalente a la virtud cristiana de la caridad. Desarrolla la benevolencia, el respeto y la fraternidad, cualidad positiva de la no violencia. Implica una observación atenta, preocupada por el confort, la salud y el bienestar del otro. Se expresa de modo discreto, en forma de pensamientos, palabras y acciones. La bondad es citada en primer lugar porque condiciona todas las otras actitudes.
La bondad y la comprensión resultan, siempre, mejores que la cólera, son emociones permanentes, puesto que pueden vencer a la cólera. En múltiples ocasiones es simplemente cuestión de elección. Si uno elige no enfadarse, tal decisión trae a la mente los valores positivos que son recibidos alegremente por la inteligencia. Vemos, pues, que la bondad es contagiosa, como contagiosos son el odio y la violencia. La actitud serena, ecuánime y benevolente, la consideración a los demás suele tener como resultado una correspondencia o un flujo de bondad y consideración.
Pensamos que Yama es practicar Ahimsa de manera absoluta, y Ahimsa nunca puede ser absoluto. Ahimsa siempre es relativo, relativo a, por ejemplo, la veracidad. Si la persona huele mal de la boca, decirle hueles insoportable, es veracidad absoluta, pero va en contra de Ahimsa. Siempre un valor con otro nos ayudan a cierto equilibrio.
El concepto de “amar al prójimo como a uno mismo” sigue teniendo una indestructible validez. El ser humano no debe agredir gratuitamente a otro ser humano, ni a los animales, ni a la naturaleza en general. No debe agredir físicamente, ni por palabras, actitudes o pensamientos. Permitir que se perpetre una agresión, pudiendo impedirla y no haciéndolo, es ser cómplice del mismo acto. Escuchar una acusación o difamación y no abogar en defensa del acusado indefenso por ausencia constituye confesión de connivencia.
No dañar intencionadamente, ni con la acción ni con la palabra ni con el pensamiento.
Este principio no se contradice con la autodefensa ni con el uso eventual de la fuerza para proteger a otros. La observancia de Ahimsa no debe incluir la pasividad. La persona no puede ser pasiva. Debe defender sus derechos y los de los demás y defender también aquello en lo que cree. La no-violencia no tiene nada que ver con la debilidad o la cobardía. Es el actuar de alguien que tiene todas las posibilidades para resistir violentamente, pero opta por oponer el bien al mal.
Ahimsa es el arma del fuerte, no del débil. Es una protección para el poderoso, no para el pusilánime. Está hecha para el más fuerte. Tendrás que practicarla cuidadosamente en tu vida diaria. También puede que falles ciento una veces en la práctica. Se necesita una lucha incansable, una práctica incesante y una disciplina rigurosa de la mente, el cuerpo y la palabra.
A veces no sabemos distinguir, ni en nosotros ni en los demás, donde acaba la “no violencia” y aparece la sumisión, la cobardía, el conformismo o la inercia. Ser bueno no es lo mismo que ser apocado. La diferencia suele venir marcada por el orgullo que subyace a las acciones de falsa bondad y la naturalidad que rodea a las otras. La falsa bondad es interesada y condicional. La auténtica, desinteresada e incondicional.
No-violencia es una forma de enfrentar la vida, no de huir de ella, es una forma de pararnos frente a la maldad tanto interna como externa, es una actitud esencial para el conocimiento y el cambio tanto personal como social. Lo importante es tener presente que todas nuestras acciones deben tender al bienestar colectivo y nunca deben ser motivadas por sentimientos egoístas o por el deseo de dañar.
Cuando sentimos el corazón duro o seco, o estamos seguros de estar “cargados de razón” e indignados con quienes no la tienen, puede ayudarnos visualizarnos como si fuésemos un trozo de hielo que se funde; y con él, se funden también los pretextos y las excusas para no reconocer que es con nosotros mismos con quien nos enfadamos; que es nuestra propia debilidad y nuestros propios errores los que rechazamos.
La práctica de la no violencia implica entonces un alto grado de atención en todo lo que hacemos. Uno tiene que matar su egoísmo si quiere practicar esta virtud. Debe controlar sus emociones e impulsos.
Independientemente de cómo sean nuestros actos en el camino hacia Ahimsâ, si nuestra intención va más allá de la apariencia de bondad o de la simple represión de la violencia, acabaremos comprendiendo por qué nos hemos comportado de una determinada manera y por qué, a partir de un punto, ya no tiene sentido volver a comportarnos así. No se trata de un compromiso sino de la consecuencia natural de un proceso. Y a partir de aquí, comenzaremos a afinar nuestro concepto sobre violencia y sobre bondad. Porque no sólo es violencia el herir o matar.
Sólo la gente común piensa que Ahimsa significa no dañar a ningún ser vivo físicamente. Esa es la forma grosera de Ahimsa. El voto de Ahimsa se rompe incluso menospreciando a alguien, teniendo disgusto o prejuicios infundados hacia otro, frunciéndole el seño, odiándolo, criticándolo o difamándolo, abrigando pensamientos de odio, mintiendo o arruinando a otro de cualquier forma.
Ahora bien, el amor, la no violencia o la bondad, con todo su desarrollo de consideración, respeto o benevolencia, no es privativa del Yoga sino que pertenece a esos valores universales que constituyen la sabiduría perenne, es decir, común a los seres humanos de diferentes épocas, lugares y creencias. El resto de las actitudes de Yama y Niyama también comparten este carácter universal, por lo que podemos decir que para practicar Yoga no es necesario ni adscribirse ni renunciar a ninguna religión, creencia o ideología. La práctica más bien del Yoga nos ayuda, de un modo sistemático, a desarrollar esos valores universales, se llamen como se llamen en nuestra tradición. Y nos ayuda desde un punto de vista práctico, haciéndonos reconocer, asumir y modificar todo aquello nos impide llevar adelante estas actitudes.
Si practicas Ahimsa, debes abandonar los insultos, los reproches, el criticismo y la agresión. Nunca debes replicar ni desear ofender a nadie aún ante la mayor provocación. No debes tener malos pensamientos hacia nadie. No debes tener ira. No debes maldecir.
1 comentario:
Infinitas gracias por tu página y los datos que comparten. Un abrazo que dure....
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