Yama 3º - ASTEYA


Los Yamas

(Principios universales)


Asteya

 

Asteya es el tercer Yama. Significa no (a) - robar (steya).


Asteya significa no robar, no tomar lo que no nos pertenece, ni pensar en hacerlo, ausencia de codicia, capacidad de resistir el deseo de lo que no nos pertenece, honradez.

Su significado es más profundo que el simple y superficial significado de no robar, abstenerse de hacerse con todo objeto innecesario forma parte de este comportamiento honesto, simple y desapegado a la vez; así mismo incluye coger sin permiso lo que no nos pertenece o  abusar del uso de objetos por más tiempo por el que se nos fueron entregados o hacer uso de ellos para propósitos distinto al que se nos entregó,  en general podemos incluir el abuso de confianza y el mal uso.

Asteya, la honestidad, es una actitud muy exigente que pasa por cuestionar otras cosas que les quitamos a los demás sin que se nos pueda acusar de ladrones. Por ejemplo, al fomentar, disculpar o apoyar los abusos económicos y las desigualdades sociales estamos apoderándonos de lo que no es nuestro.

Pero no se refiere sólo a no quitarle al otro lo que posee, a nivel material, intelectual o moral; sino también respetar sus derechos a la vida, la religiosidad, el estudio, la salud, la justicia; sus ideas, créditos o méritos; es no socavar las creencias del otro por medio de una burla sistemática; es no robarle al otro su tiempo ni su fama.
Hay muchas maneras de robar, directas o indirectas. 

Se roba no cumpliendo con los propios deberes; privando o siendo un impedimento para que cada uno tenga lo que legítimamente le corresponde; no retribuyendo con agradecimientos a quien nos ha hecho el bien.

El no robar se corresponde con la generosidad, el don permanente de lo que el otro necesita, es salir de nuestra visión egoísta y ponernos en el lugar del prójimo, cuidando los recursos del lugar y las pertenencias ajenas, cumpliendo con las normas de pago que han sido explicitadas.
 
El robo es el resultado de creer que nos falta algo, lo cual es contrario a la ley universal de la abundancia. Primero, hay que rechazar el deseo de apropiarse de lo que no es nuestro; más adelante, hay que trabajar para cambiar la creencia interior que conduce a tal deseo.

De hecho, tenemos mucho más de lo que tuvieron nuestros abuelos, y no se puede negar que vivimos más cómoda y placenteramente; pero no somos ni más ni menos felices que ellos. La felicidad dependía entonces y depende ahora de nuestra actitud personal, tanto en medio de comodidades como de privaciones. Por eso, a medida que nuestra visión se haga más clara, a medida que sepamos distinguir entre euforia y felicidad, y se torne más evidente que los mejores momentos de nuestra vida han ido ligados siempre a instantes de gran simplicidad, sentiremos menos deseo de apoderarnos de lo que otros poseen.

Cuando abandonamos la codicia o alcanzamos la capacidad de resistir al deseo de tomar lo que no nos pertenece. Cuando verdaderamente comprendemos a fondo y en forma clara y específica que somos ambiciosos y que cualquier esfuerzo que hagamos para acabar con la ambición es también ambición, entonces entenderemos y nos resignaremos. Hay resignaciones y resignaciones, pero este tipo de resignación nacido de la profunda comprensión trae un cambio radical a la mente porque extingue para siempre el fuego fatuo de la ambición.

Asteya  nos habla de la honestidad como forma de vida. La honestidad consiste en contentarse con la justa retribución de tu labor y asegurarse de actuar de forma íntegra en cualquier circunstancia.

La observancia de Asteya no debe inducir al rechazo de la prosperidad cuando ella representa mejor calidad de vida, salud y cultura para el individuo y su familia. Con todo, la opulencia puede ser considerada como un robo tácito.









No hay comentarios: