Niyama 1º - SHAUCA


Los Niyamas

(Preceptos Individuales)





Shauca


Shauca:
La primera regla del Niyama es Shauca. Significa limpieza, pureza, purificación. Viene de la raíz shuc que tiene, entre otros, el sentido de brillar.
La pureza es de dos clases: interna o mental y externa o física.

 La pureza física se refiere a mantener limpio y aseado nuestro cuerpo y nuestro entorno. Nuestro entorno refleja e influye en nuestro interior. Hay que acentuar la limpieza y el orden en todo lo que nos rodea. Cuanto más consideremos nuestro entorno como un templo, más nos acercaremos a lo Divino.

 La pureza corporal es una base para la pureza mental. El trabajo armonioso sobre el cuerpo genera limpieza, depuración  interna. Todo está relacionado: desde los ruidos innecesarios que intentamos evitar hasta la ayuda a mantener el orden externo.

La limpieza debe manifestarse a todos los niveles del ser humano; la persona no sólo debe mantener su cuerpo escrupulosamente limpio, sino que se le recomienda también “lavar” cuidadosamente su espíritu rechazando de manera sistemática todo pensamiento impuro.

De poco vale lavar el cuerpo por fuera si por dentro la persona ingiere alimentos con elevadas tasas de toxinas e impurezas; o consume sustancias intoxicantes, que generen dependencia o que alteren el estado de conciencia, aunque tales sustancias sean naturales.

   Shauca, pues,  puede convertirse en una vía excelente para, además de conservarnos limpios exterior e interiormente, irnos acostumbrando a vernos como realmente somos, ponernos en contacto con naturalidad con todo lo que nos compone por burdo que sea y asumir que, de la misma manera que lo corruptible se corrompe en otros, también lo hará en nosotros, con independencia de que queramos o no queramos verlo.

 Nuestro vehículo material, ese cuerpo con el que estamos tan identificados, se quedará aquí, y eso incluye no sólo la carne, los órganos internos y los huesos, sino también el cerebro, con sus pensamientos y emociones.

 No somos ninguna de esas cosas, y la constatación cotidiana de esa verdad puede causarnos una dolorosa sensación de pérdida, pero también puede dirigirnos hacia la búsqueda de lo que permanece. Desikachar dice, refiriéndose a shauca: “La limpieza, al desarrollarse, señala lo que debe ser constantemente cuidado y lo que es eternamente limpio. Lo que se deteriora es exterior. Lo que no se deteriora está, profundamente, en nuestro interior.

Aquel que sólo se ocupa de la higiene física no está cumpliendo Shauca. Esta recomendación sólo está satisfactoriamente interpretada cuando se ejerce la práctica de la limpieza interior. Ser limpio psíquica y mentalmente constituye requisito imprescindible.

Maréchal interpreta Shauca insistiendo más en esta última limpieza interior como “una acción de purificación que se aplica a la vez de forma global y específica en cada uno de los niveles, del más denso al más sutil: físico, energético, psicosensorial, intelectual, afectivo y espiritual. Se expresa en el comportamiento mediante la limpieza del cuerpo, el control de los sentidos, una reflexión cada vez más profunda, intenciones puras, una acción transparente y una visión interior que inspire algunas realizaciones.”

Lo más importante es la pureza interna de la mente y del corazón; la higiene mental, que se mantiene cultivando pensamientos nobles y altruistas, haciendo servicio social y ayudando a todos con lo mejor de nuestras capacidades.

Para ser limpio interiormente necesitamos liberarnos de los malos pensamientos, no alimentar el psiquismo con imágenes, ideas, emociones o pensamientos intoxicantes; tales como tristeza, impaciencia, irritabilidad, odio, celos, envidia, codicia, derrotismo y otros sentimientos inferiores.

La observancia de Shauca no debe inducir a la intolerancia contra aquellos que no comprenden la higiene de forma tan abarcante.

Actualmente, en los umbrales de una nueva era de espiritualidad a la que va a tener acceso un rango mucho mayor de seres humanos de diferentes características, es más importante integrar que rechazar, comenzando por todo lo que forma parte de nosotros. Shauca, en este contexto, supone diferenciar lo esencial de lo superfluo y arrojar luz sobre la oscuridad para, precisamente, adquirir una conciencia más plena de lo que ha de morir en nosotros y de lo que va a continuar viviendo. Pretender antes de que llegue ese momento, descuidar el amor incondicional que debemos a cualquier parte del universo y también de nosotros mismos está más cerca de la enfermedad que de la salud. Y nos aleja de la compasión por todo lo creado, sin lo cual no hay disciplina que tenga sentido.

 El sentimiento que más contamina nuestra mente y nuestro corazón es el egoísmo; por eso Maréchal, en su interpretación del aforismo II.40 nos devuelve cierto optimismo: “La pureza del cuerpo y los sentidos modifica profundamente la mirada que el yogui dirige hacia sí mismo y hacia los otros. Todas las formas de complacencia narcisista, de autoindulgencia y de atracciones desordenadas, así como los fantasmas que se les asocian, desaparecen. Esto favorece una observación igual, clara, respetuosa y tranquila de todos los seres, sin importar su sexo, edad o apariencia. ”





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